D'Armela Verde
El alma de D'Armela, sostenibilidad medioambiental y social
Economía del bien común
En D’Armela nos inspiran los principios básicos de la economía del bien común que representan los valores humanos: confianza, honestidad, responsabilidad, cooperación, solidaridad, generosidad y compasión.
Se contrapone a un modelo capitalista-monetarista, fundamentado en el predominio del lucro y de la competencia, en nombre de los cuales se justifican todo tipo de abusos que atentan directamente contra la dignidad humana y el medio ambiente, dejando de lado cualquier consideración moral. Las empresas sólo se valoran los beneficios monetarios, sin considerar el grado de satisfacción de las personas con las que interactúan ni el impacto ambiental.
Los principios de la economía del bien común se traducen en prácticas de comercio justo, en mejorar la calidad de vida de los trabajadores, de los proveedores y de los clientes, en la sostenibilidad ecológica y en la reversión de beneficios a la sociedad.
Economía verde
D’Armela está incrustada en el mundo rural y rodeada de naturaleza. Un entorno que es el soporte vital de todos los que lo habitamos. Uno de nuestros propósitos es mejorar el bienestar de los vecinos y no perjudicar el medio ambiente. Por eso nos vemos alineados con la economía verde.
De hecho, la economía verde persigue el desarrollo sostenible sin degradar el medio ambiente. Pone el foco en reducir los impactos ambientales, en evitar el agotamiento de los recursos y en la protección social.
Los puntos críticos de actuación se centran en las energías renovables, en la eficiencia energética de los edificios, en la sostenibilidad del transporte, y en la gestión del agua, de los residuos y del suelo. El resultado final debe permitir que la naturaleza pueda compensar por sí misma los impactos de la actividad económica para mantener la viabilidad del soporte vital que nos da.
Economía circular
En D’Armela también estamos alineados con los principios de la economía circular. Es un modelo que crea valor alargando la vida útil de los productos y trasladando los residuos del final de la cadena de producción al principio. Se contrapone a la economía lineal que se basa en extraer, producir, utilizar y tirar.
La economía circular persigue utilizar los recursos más de una vez, de forma que se utilizan con mayor eficiencia. Se basa en diseños de larga duración, el mantenimiento, la reparación, la reutilización, el reciclaje y la renovación de materiales y productos existentes, para minimizar los recursos consumidos, los residuos generados, la contaminación y las emisiones de carbono.
Sostenibilidad en D'Armela
Huella de carbono
La huella de carbono es la cantidad total de gases de efecto invernadero emitidos por la actividad humana, tanto de forma directa como indirecta. Por el momento no disponemos de un análisis del ciclo de vida de nuestros productos. Pero sí que tenemos algún dato.
En D’Armela la fuente energética para hacer funcionar el obrador es la eléctrica. Actualmente nuestro proveedor es Iberdrola. Según sus datos de composición de la energía que consumimos, sólo un 37’8% proviene de energías renovables. Tenemos el propósito de mejorar para reducir nuestra huella de carbono, que ahora es de 0’27 kg de CO2 / Kwh. Además, se generan 0’53 mg / Kwh de residuos radiactivos adicionales, que tampoco se corresponde con nuestros principios.
Huella de carbono del abastecimiento de materias primas
En D’Armela la mayoría de los ingredientes que consumimos son de Km0, producidos en el Maestrat. Así evitamos largas distancias de transporte de abastecimiento, lo que nos permite reducir la huella de carbono de este factor, en comparación sobre todo con materias importadas de otros continentes. Como se observa en la tabla (elaboración propia), las emisiones por tonelada de producto comprado se multiplicarian por 10 en el caso de almendras de origen español. Si optáramos por las californianas, las emisiones se multiplicarían entre por 31 y por 58, según el puerto de origen. Y finalmente, si como otros obradores, utilizáramos anacardos para nuestros quesos veganos, las emisiones se multiplicarían por 34 si vinieran de la India, y por 43 si fueran de Vietnam.
Huella hídrica
La huella hídrica es el volumen total de agua dulce utilizada (consumida, evaporada, contaminada) para producir los bienes y servicios de una empresa. Cuantifica el impacto ambiental potencial relacionado con el agua, dado que el agua es un recurso limitante en muchas partes del mundo.
En el agua dulce utilizada por una actividad es necesario diferenciar dos conceptos: «Agua verde» y «Agua azul». El agua verde es la procedente de las precipitaciones naturales y de la humedad del sol. El agua azul es la que se extrae tanto de la superficie como del subsuelo para su aprovechamiento para riego, uso industrial, de boca …
La pluviometría anual media en el Maestrazgo ronda los 500 mm / m2. Supone una entrada de 5000 m3 por hectárea y año. Las zonas más frescas pueden subir a los 7000 m3 de media y las más secas no pasarán de los 4000 m3. Aplicando aquí el concepto de «agua verde», será la fracción de esta pluviometría natural que retienen los cultivos para su crecimiento, que nunca es del 100% del agua de lluvia. Los cultivos de secano no hacen más extracción que esta y no consumen «agua azul» (para riego).
La configuración del acuífero «Maestrat» añadida a la sobreexplotación de la costa, hace sea complicado conseguir agua de uso doméstico y casi imposible para el riego (agua azul).
En el Maestrat sufrimos la sobreexplotación que se hace por parte de los regadios de la costa y por el suministro al masificado turismo de playa, que drena todo el acuífero y nos deja secos.
Se da la paradoja de que cuencas deficitarias de agua como las principales zonas agrícolas españolas, son exportadoras netas de productos intensivos en consumo de agua, que venden a países europeos con excedente de agua. Es decir, no tenemos agua y nos especializamos en el cultivo de productos que requieren su uso intensivo, para vender a gente a la que le sobra el agua. Y les compramos bienes y servicios que no necesitan agua para ser producidos. No tiene ni pies ni cabeza. Si el cambio climático lleva el camino previsto, hará insostenibles muchas de las actividades económicas actuales.
Huella hídrica del obrador
En D’Armela los procesos de fabricación sólo requieren incorporar el agua de constitución de los alimentos que elaboramos y el agua para limpieza de las instalaciones. Todos los detergentes utilizados son biodegradables, y la totalidad de las aguas sucias se acumulan en un depósito estanco, desde el que se recicla para uso de riego agrícola. En ningún caso se derivan hacia la red pública de saneamiento ni se hace ningún vertido incontrolado.
Huella hídrica de los ingredientes
En D’Armela hemos adaptado nuestra actividad a los recursos disponibles de nuestro entorno. Minimizamos la huella hídrica de nuestros productos porque utilizamos mayoritariamente los procedentes de cultivo de secano. Vivimos en un entorno donde el agua es un recurso limitante. Además, los regadíos de la costa y la actividad turística masificada provocan el agotamiento del acuífero del Maestrat y dificultan el abastecimiento de la red pública.
El cultivo en secano aprovecha la pluviometría natural, por lo que está sometido a fuertes variaciones de productividad de año en año. Es un sistema que se autorregula y en ningún caso consume más agua de la disponible.
Las almendras, las aceitunas, las algarrobas, la miel, las avellanas, las trufas y las hierbas aromáticas son productos adaptados a las condiciones climáticas del secano mediterráneo. Es un factor que baja la productividad pero como contrapartida aumenta la calidad (crecimiento más lento del fruto, mayor riqueza nutricional, mejor sabor).
Huella hídrica del cultivo del almendro en secano
Todos los campos de almendros y olivos de la explotación de se cultivan en secano. Se utilizan variedades adaptadas a las condiciones de secano, capaces de resistir sequías y de adaptar su producción a la disponibilidad de agua de cada añada. Las variedades seleccionadas para regadío son mucho más productivas, pero tienen dificultades para sobrevivir en condiciones de secano.
Las técnicas de cultivo de secano suponen un consumo que no llega a los 5000 m3 de agua verde por hectárea (pluviometría natural), para una producción media de 300-400 Kg de grano de almendra por hectárea en las mejores de las condiciones. Los cultivos de almendro en regadio añaden, a la fracción ya comentada de agua verde, la del agua azul. El agua azul destinada al riego en zonas con cultivo intensivo de almendro en regadío es de hasta 7000 m3 adicionales por hectárea, para producciones que pueden superar los 3000 kg de grano por hectárea y año (en condiciones tanto españolas como californianas). Inviable para la inmensa mayoría de las plantaciones del Maestrat.
Plenamente relacionado con este aspecto, todas las almendras de importación procedentes de California son variedades seleccionadas expresamente para cultivo intensivo en regadío que maximizan su huella hídrica y el impacto sobre su cuenca. Y en confianza, las diferencias organolépticas no resisten la comparación 🙂
Resumen: los cultivos de secano del Maestrat sólo retienen agua verde procedente de la pluviometría natural y es imposible destinar agua azul para el riego. Por lo tanto, la huella hídrica y la afectación sobre el acuífero del Maestrat es la mínima de las posibles: una retención menor de 5000 m3 / ha procedentes de pluviometría natural frente a los 12.000 m3 / ha de los regadíos (pluviometría + agua de pozos o ríos).
Consumir almendras del Maestrat reduce la huella hídrica de la dieta de las personas que lo hacen, sobre todo si sustituyen a las importadas desde California y a las de variedades para regadío.
Impacto del procesado y envasado
Los procesos de fabricación de D’Armela no generan subproductos ni residuos en volúmenes significativos, más allá de los embalajes de las materias primas. En cualquier caso se recogen de forma selectiva y se vehiculan a los canales de reciclaje.
Todos los materiales utilizados para envasar son reciclables. Se opta por el vidrio en la mayoría de casos y sólo por materiales plásticos, siempre reciclables, cuando son la única opción técnicamente viable, dadas las exigencias de seguridad alimentaria y de vida útil del producto.